Domingo Ramón Hernández: huellas novalisianas en el romanticismo poético venezolano del siglo XIX
Edgar Cruz Contreras*
Resumen
Entre los
poetas venezolanos del siglo XIX, Domingo Ramón Hernández es quizás quien mayor
abandono haya tenido entre las letras, siendo contadas las personalidades e
instituciones que hayan rescatado su legado a nuestro país. Oportunidad ésta
que se me presenta hoy de escribir sobre su poesía en mi condición de ser uno
de sus tataranietos, pero más que por la vinculación familiar, me motiva hacerlo
el respeto por su obra de la que desde niño me apasioné. Este artículo retoma los
aspectos biográficos conocidos por el prólogo que Julio Calcaño realizara para
las dos ediciones de su libro Flores y
Lágrimas, Caracas, 1878 y París, 1889, respectivamente; más el análisis y
explicación de las ideas y categorías estéticas subyacentes en sus poemas, indagando
en ellos la influencia que el Romanticismo alemán, de Novalis, pudo ejercer en
su producción. Finalmente seleccioné, para publicar aquí, uno de sus poemas: Alas de Mariposa, que muestra la
importancia de su obra.
Palabras
claves:
Romanticismo, poesía, noche, naturaleza, libertad, muerte, catolicismo.
-Hernández, D.R. (1889) Flores y
Lágrimas.
Paris: Librería Garnier Hermanos.
Biblioteca Nacional de Venezuela, Sección de Libros Raros
Cota V861.3 H557
La vida
del poeta
Domingo Ramón
Hernández Matías fue hijo de don Ignacio Evaristo Hernández y Peláez, español,
y de doña María Matías Curvelo, nacida en la Guaira, también de familia de
origen hispano. Se tiene conocimiento por el prólogo escrito por Julio Calcaño
en el libro de poemas Flores y Lagrimas* de D. R.
Hernández, 1878, que sus padres después de muchas vicisitudes motivadas a la
guerra de Independencia fueron proscritos y huyeron hacia las Antillas; en
Curazao se conocieron y contrajeron nupcias, de cuya unión al retornar a
Venezuela además de Domingo Ramón, nacido en Caracas el día 4 de agosto de
1829, nacieron sus hermanos Concepción Hernández Matías de Paiba y Paulo Emilio
Hernández Matías. Sobre el padre de Domingo Ramón, dice Julio Calcaño:
Don Ignacio
Evaristo Hernández, hombre justo y de clara inteligencia, que no olvidaba que
si era español era también padre y sus hijos debían seguir la bandera
venezolana, le narraba imparcialmente las heroicidades y los errores de
realistas y patriotas, deduciendo consecuencias morales encaminadas a
desarrollar en sus tiernos oyentes el amor a la justicia y a la humanidad.
(Calcaño, 1878: XIII)
Profundas
debieron ser las enseñanzas de la justicia social y de los principios de
libertad que su padre inculcara a Domingo Ramón, que años más tarde nuestro poeta
dedica al Libertador el poema A la
Estatua de Bolívar en su inauguración
(Hernández, 1878:73); así como también el verso El Arrullo de las Palomas, donde reivindica la vida y costumbres de
nuestra raza indígena (Hernández, 1878:95). Calcaño narra que en la formación
de Domingo Ramón además de su padre tuvo gran influencia doña María Matías
Curvelo, madre amantísima, quien lo sensibilizo en las artes de la música y la
poesía, sobre ella dice:
Derramaba en él la savia de las virtudes cristianas y, ya
cantando al compás de la guitarra española, ya dejando correr sus dedos por las
teclas del clave, contribuía al desarrollo de ese amor al arte que parece
constituir una segunda naturaleza en Domingo Ramón Hernández” (Calcaño,
1878:XV)
También, por el
escrito de Julio Calcaño se tiene conocimiento de que Domingo Ramón Hernández
fue a la escuela regentada por Ildefonso Meserón, y realizó estudios en el
Colegio de la Paz de José Ignacio Paz Castillo, en la Academia de Matemáticas,
francés en la Universidad y música con José María Montero; también durante poco
tiempo trabajó en un comercio de Caracas, para finalmente ser designado
director del Registro Oficial, en 1861:
Sin que antes ni posteriormente se haya nadie ocupado de
darle protección a este eminente ciudadano, tan honrado, tan modesto y tan
ajeno a los odios que dividen a nuestra sociedad y que son la causa principal
de la perenne convulsión en que el país se mantiene (Calcaño, 1878:XVII)
Hasta hoy ha sido difícil encontrar
el nombre de la esposa de Domingo Ramón Hernández, pero es sabido que tuvieron
dos hijos de nombres Dolores y Domingo. Para nuestro poeta, en medio de los
avatares sufridos en su vida la amistad debió consistir en el más grande de los
tesoros que cualquier ser humano pudiese ambicionar; su gusto por la soledad,
del cual nos habla Julio Calcaño, debió verse compensada por los momentos
compartidos con sus amigos, entre quienes dedica poemas a Arístides Rojas, J.A.
Pérez Bonalde, Braulio Barrios, Pedro Lovera, Evaristo Fombona, Julia Monsanto,
África Rosa Escuté, M.M. Bermúdez, José María Rojas, Heriberto Delmonte, Amenodoro
Urdaneta, Arístides Calcaño y J.R. Yépez.
Nuestro poeta falleció en Caracas el día 4 de Octubre de 1893, sus exequias
fueron organizadas por el Gobierno Nacional conjuntamente con las academias
científicas y literarias, constituyendo un día de dolor para sus familiares y admiradores, según se recoge en el obituario de ese día publicado por el Diario
La Religión.
Flores y Lágrimas
La
influencia sobre el Romanticismo existente en Venezuela para la época de la creación
del libro Flores y Lagrimas, 1878, de
Domingo Ramón Hernández, estuvo representada por el Romanticismo inglés de Lord
Byron, por el Romanticismo francés de Víctor Hugo y de Dumas, y por el Romanticismo español de Zorrilla, de
Espronceda y de Bermúdez de Castro; los cuales, en opinión de Julio Calcaño
eran: “escuelas que
expresaban el desaliento y la duda que inquietaba el corazón de la Europa” (Hernández, 1878:XX). Sin embargo, en
opinión de quien esto escribe, la obra poética de Domingo Ramón no debió de ser
ajena a la de los autores del Romanticismo alemán, entre quienes Novalis
(Friedrich von Hardenberg) en Himnos a la
Noche, 1799, despertaría en él la pasión por la creación de imágenes
poéticas que representan a la noche, a la muerte, a la libertad, al cristianismo
y a la búsqueda del Paraíso Perdido. De tal forma el Zeitgeist o espíritu de la época, conformado por
dichas ideas en los orígenes de la modernidad, subyace en la creación poética
romántica tanto en Europa como en la de D.R. Hernández en Venezuela; así en el
contexto local la obra de nuestro poeta asume además carácter nacionalista, acorde
con la expresión plural, universal y nacional, que identifica a cada uno de los
romanticismos europeos.
La contemplación de la Naturaleza
El amor hacia la
Naturaleza es uno de los sentimientos que identifican a los autores del
Romanticismo tanto en la literatura, como en la pintura y la filosofía en el
siglo XIX. En la obra poética de Hernández se expresa la idea de belleza de la naturaleza
como metamorfosis y levedad del ser; cuyas imágenes aparecen en algunos de sus
más bellos poemas, tales como: Alas de
Mariposa, Al Firmamento, y La Flor de Muerto (Hernández, 1878). En ellos,
Domingo Ramón emplea figuras poéticas representativas de las formas naturales de
flores o mariposas, las cuales por su carácter evanescente, simbolizan la
imposibilidad del hombre por aprehender su belleza y esplendor; así, en estos
poemas aparecen representaciones de una naturaleza frágil, sobre la que el
hombre ante el menor intento por poseerla provoca que esta se desvanezca, transformada
en el aire en imágenes fantasmagóricas que simbolizan a la muerte y a la fragilidad
de la vida. Al respecto, en La Flor de
Muerto, Domingo Ramón describe el regocijo de un anciano ante la belleza de
una flor amarilla que crece altiva tras las ruinas desoladas de un sepulcro, y su
impotencia de poseerla dada la intangibilidad de la misma, desintegrándose al
tocarla; un fragmento del poema dice así:
Resuelto alargó la mano,
Más al coronar su intento
El cáliz deshojó al viento
Con rauda velocidad:
Y escrito en letras de hojas
Absorto el anciano mira:
¡Todo en el mundo es mentira,
Sólo la muerte es verdad!
(Hernández, 1878:33)
En la obra
poética Domingo Ramón Hernández sustituye el ideal de la belleza clásica por la
categoría estética de lo sublime de la naturaleza; presente en ella en las representaciones
del cielo, el firmamento, la vegetación tropical, imágenes religiosas y la muerte
en su intensidad emotiva; como expresión de contextos ilimitados de la tierra y
de la bóveda celeste. Algunos
ejemplos se encuentran en los siguientes poemas del libro Flores y Lágrimas: Al
Firmamento, A la Luna, A la Mañana, A una Estrella, El Rocío, El Rayo y la
Planta, Las Flores y las Estrellas. En ellos el poeta representa un
macrocosmos conformado por estrellas, firmamentos y planetas, así como un microcosmos
que se ubica en los cálices de las flores;
estas imágenes crean en la percepción del lector o escucha la magnificencia de
lo sublime que deja extasiado y sin aliento. Un fragmento del poema Al Firmamento expresa lo siguiente:
¡Salve, superna bóveda azulada,
Donde el Arcángel del misterio
habita,
En cuya inmensidad que me
anonada,
De soles tachonada,
La gloria miro de mi Dios
escrita! (Hernández, 1878:13)
El carácter nacionalista y local a través de imágenes de la
naturaleza surge cuando él poeta destaca la belleza y sublimidad del paisaje de
Caracas y Venezuela. La naturaleza exótica y autónoma de nuestro país simboliza
para él la libertad de nuestros habitantes; los poemas: El
Canto del Llanero, Al Rio Caurimare, El Arrullo de las Palomas, A Caracas, son
algunos de los ejemplos, sobre este último escribe:
¡Oh ciudad! cuyos
hechizos
Prestan son a
mis cantares,
Cuna egregia
de varones
Timbre y prez
de las edades (Hernández, 1878: 106)
La presencia de la noche
Junto a la
contemplación de la Naturaleza, también la noche del romanticismo de Novalis se
hace presente en su obra. Como si se tratase de una pantalla de proyecciones sobre
la que se representa el mundo físico y las
emociones, la noche surge en la poesía de Hernández con un significado
denotativo y connotativo. El primero, referido a la expresión de la inmensidad
del cosmos, del firmamento, macrocosmos de planetas, estrellas y cometas; y el otro,
como microcosmos contenido en la mente del individuo, lugar donde se desatan
las emociones más profundas del ser humano. Ejemplo de ello está presente en el
poema Al Firmamento, en el cual el
poeta describe las características del mundo físico de la
manera siguiente:
Y en la serena
noche ¿quién no ansía
Tus luceros
besar desparramados?
Que fingen a
la loca fantasía
Los ojos de
María
En tu diáfano
azul multiplicados (Hernández, 1878:14)
Por otra parte, al
emplear la figura de la noche como microcosmos o escenario donde se representan
las emociones, nuestro poeta expresa imágenes de sus ideas, recuerdos,
sentimientos o pasiones; entre las que son habituales las referidas al amor, al
odio, al dolor, horror y muerte, características de la agitación del alma
romántica; así en La Flor de Muerto,
escribe:
Que en la
existencia del hombre,
Donde todo es
cruel mudanza,
Si hay auroras
de bonanza
Noches hay de
tempestad (Hernández, 1878:29)
La
influencia de la noche novalisiana proveniente de los Himnos a la Noche, Himno II: ¿Ha
de volver siempre la mañana? (Novalis, 1985:33), Hernández la concibe en su
obra como infinitud e intemporalidad; escenario para la revelación de los
sueños y lugar sagrado para la unión del
hombre con la eternidad, al respecto un fragmento del poema La Flor de Muerto dice así:
Mientras que
la noche oscura
Tendía su
lobreguez…
El sueño
pronto le rinde
Pensando en el
mundo vano,
Y los ojos del
anciano
No se abrieron
otra vez (Hernández, 1878:33)
La idea de la muerte
Tanto la
figura de la noche como la de la muerte son permanentes en la obra de los
representantes del Romanticismo europeo así como también en los poemas de
Domingo Ramón Hernández. En el Romanticismo alemán Novalis, en Himnos de la Noche, Himno IV: Ahora
sé cuando vendrá la última mañana, la figura de la muerte es representada con el significado de la eternidad, “flujo renovador” y
reencuentro con la amada. (Novalis, 1985:49) Con similar significación, la idea de la muerte
eclosiona en los poemas de D.R. Hernández como obra en proceso, tiempo durante
el cual el poeta emula la pasión y muerte de Jesucristo conducentes a su
redención; en algunos poemas expresa la soledad y angustias vividas, motivo por
el cual canta a la muerte como ambicionada superación. Dicha posición en
nuestro poeta parte de la asunción de la actitud agonista propia del alma
romántica, conducente al planteamiento de lo nuevo y lo novedoso aún cuando
estos lleven implícitos su autodestrucción (Bürger: 1987)
Al respecto, en el poema: A María. Plegaria, escribe:
Virgen de amor, consuelo de mi vida,
Cuando
arranque los ásperos abrojos
De mi pecho,
la muerte apetecida,
Bajo tu manto
azul cierra mis ojos (Hernández,
1878:234)
Tanto la muerte
de los hijos como la de su hermana Concepción y la de tres sobrinas, hijas de
Paulo Emilio, debieron afectar enormemente el temperamento de nuestro poeta;
quien ya en años anteriores expresaba el carácter romántico con las visitas
nocturnas a los cementerios de Caracas, según se conoce por narración de
Eduardo Calcaño. El sentimiento de dolor ante el fallecimiento de sus seres
queridos Domingo Ramón lo manifiesta en los siguientes poemas del libro Flores y Lágrimas: Versos escritos en la tumba de mi hijo Domingo, Lagrimas en la muerte de mi hija Dolores, En la
muerte de mi hermana y, A mi hermano Paulo Emilio después de la
pérdida de sus tres hijas (Hernández, 1878) Además, la idea de la muerte
aparece en los siguientes poemas que por su interés merecen ser citados: La Flor de Muerto, La Luz de la Tumba, En la
Muerte del General Manuel Ezequiel Bruzual, Arístides Calcaño, La Tumba,
Despedida, ¿Por quién doblarán?, A la señora…en la muerte de su hijo Carlos,
Las Dos Tumbas, El Sueño de Blanca, niña que dormida quedó muerta, A María.
Plegaria, entre otros (Hernández, 1878)
El misticismo católico
La obra poética
de D.R. Hernández está llena de imágenes de la religión católica, idea de
religiosidad que se corresponde con la del Romanticismo alemán, reivindicada
por ellos como fuente de inspiración; sobre la cual, Menene Gras Balaguer en El Romanticismo como espíritu de la
modernidad dice:
Lo que hay esencialmente de nuevo en la religión de los
románticos- y particularmente de los románticos alemanes- es el acceso a ella
mediante un sentimiento interior, también propicio para recibir la inspiración;
cada uno de nosotros tiene un concepto de Dios; Dios está en cada uno de
nosotros y cada uno posee un germen
divino (Gras Balaguer: 1983:53)
Seguramente
nuestro poeta debió conocer la obra de Novalis o por vía oral o por haberla
leído en alguna publicación de la época ya que el énfasis religioso de sus
poemas evidencia posibles influencias del poeta alemán. En Hernández el camino
hacia la redención, tal como lo plantea Novalis, se realiza a través de la
figura de Cristo y de la muerte; para comprender mejor esta relación se hace
esclarecedora la lectura del prólogo del libro de Novalis escrito por Rafael
Argullol en 1985.
La religiosidad católica lleva a
Hernández a comprender la vida como contemplación de la naturaleza y a esta
como magnífica obra ofrecida por Dios a la humanidad; pensamiento sobre el cual
basará sus principios morales, aunados a un espíritu de sencillez y de austeridad
que guiarán toda su vida y su creación poética. Lo cual muestra similitud con
el espíritu romántico europeo, y sobre cuya
religiosidad Menene Gras Balaguer opina que esta:
Solo puede tener una realización práctica, “poetizando”,
“viviendo divinamente”, “sintiéndose lleno de Dios”, actuando motivados por el
entusiasmo y el amor en lugar del deber, y en una comunicación directa entre el
hombre y la naturaleza, el hombre y Dios, el Uno y el Todo (Gras Balaguer:
1983:54)
Entre
algunos poemas de Domingo Ramón con acentuado espíritu religioso se citan: A mi Ángel Custodio, A María, La Oración, Las Tres Marías y El Santo Rostro, sobre este último
escribe:
Después…
sobre el Calvario, suspendido,
Expira el Rey de la Suprema Gloria;
Más nos lega
indeleble una memoria
Que con divina
púrpura grabó:
Pintura
misteriosa a la que siempre
Templos y
altares el mortal levanta,
Prenda de inmenso bien, reliquia santa,
Que el polvo de
los siglos respetó. (Hernández, 1878:62)
La ansiada libertad
Al artista
romántico lo que fundamentalmente le preocupaba era su libertad personal, la
libertad para expresar su genio, así como la emancipación de los dictados de
las academias y los caprichos de los mecenas (Honour, H., 1981:252)
La anterior cita
de Hugh Honour refleja la idea de libertad que también debió tener nuestro
poeta, interesado más por la libertad personal como vía para realizar sus
composiciones poéticas y sus planes de vida, que por la de la idea de libertad
política de su tiempo. Dicho pensamiento en D.R. Hernández coincide con la idea
de libertad negativa sostenida por el filósofo Isaiah Berlin, la cual responde
a la pregunta: ¿qué soy libre de hacer o ser?, que se refiere a prevenir la interferencia de los demás; según esto se
es libre entonces en la medida en que ningún individuo puede interferir en la
actividad del otro, y cuando eso se hace se dice que está coaccionado u
oprimido:”la coacción implica la
intervención deliberada de otros seres humanos dentro del ámbito en que yo
podría actuar si no intervinieran” (Berlin, 1998:220)
Así la idea de
libertad de nuestro poeta se refiere a que un hombre es libre en la medida en
que es capaz de hacer lo que desea sin conseguir obstáculos que se lo impidan,
constituyendo la noción de libre albedrío, libertad que supeditaría la voluntad
del hombre a la voluntad de Dios. Así del estudio de su obra poética se deduce
que adaptó este concepto de libertad ya que en ella se dan pocas referencias a
la libertad política, cuyo concepto aparece referido en los siguientes poemas
del libro Flores y lágrimas: A la Estatua de Bolívar en su inauguración,
El Arrullo de las Palomas, Napoleón I y Napoleón III con motivo de la
invasión a México. Los dos primeros se refieren a la gloria del Libertador
Simón Bolívar; otro, es una crítica a los conquistadores y reivindicación de la
raza indígena; y el tercero, es una sátira al orgullo de Napoleón I y su final
en Santa Elena; por último, un poema de escarnio a la ambiciones de Napoleón
III.
En el verso A la Estatua de Bolívar, escribe:
¡Él es, el
grande! Al contemplarle siento
El sacro fuego
que al poeta inspira;
Arde como un
volcán mi pensamiento
Y se estremece
mi sonante lira:
Truena mi voz
como huracán violento,
O como el aura
en el ciprés suspira,
Pues columbro
enlazados a su historia
Palma de
mártir y laurel de gloria. (Hernández, 1878:73)
En tanto su idea
de libertad está supeditada a la voluntad de Dios, Hernández deja ver en sus
poemas que la muerte simboliza la libertad añorada:
En la muerte, el alma romántica encuentra a su vez la
liberación de la finitud. Diotima se lo comunica así a Hiperión:”solo nos
separamos para estar unidos más íntimamente, más divinamente en paz con todo.
Morimos para vivir (Gras Balaguer: 1983:45)
La búsqueda del Paraíso Perdido
La nostalgia
hacia la vida del pasado, hacia los momentos vividos en la infancia y la juventud,
se hacen presentes en la poesía de D.R. Hernández. El poeta se lamenta en Flores y Lágrimas ante los recuerdos
dolorosos que le producen la pérdida de algunos de sus familiares más cercanos,
y la de varios de sus amigos entrañables; a lo que se le suma el sufrimiento nacionalista
producido por los recuerdos del exterminio de los conquistadores hacia nuestras
razas indígenas. Todo ello le condujo a la soledad y a los deseos de evasión
constante, según la narración de Julio Calcaño, y que ante la imposibilidad de
escapar del presente lo llevan al deseo de retornar a un lugar ideal, Edén o
Paraíso Perdido.
La nostalgia en él también es propia de la actitud
del alma romántica que busca consuelo en la soledad, deambulando entre las
ruinas de los sepulcros, o en los recodos de la noche obscura; expresando así
la unidad perdida entre alma y cuerpo, que solo con la muerte se podrá superar.
Esta idea la expresa en los poemas: El
Arrullo de las Palomas, Lágrimas en la tumba de mi hija Dolores, En la Muerte de mi hermana y Versos escritos
sobre la tumba de mi hijo Domingo; una súplica por reencontrar el Paraíso
Perdido, se cita en un fragmento del su poema: A mi Ángel Custodio, donde el Edén está identificado con el
concepto de patria:
Devuélveme al instante
La dulcísima
patria en que vivía:
Llévame a ver
el divinal semblante
De aquellos
seres que adoré constante
Y llora en su
abandono el alma mía (Hernández, 1878:49)
Pero lejos de
reencontrar su paz en la tierra, en la patria, en la casa o en cualquier otro
lugar, nuestro poeta describe su espacio ideal o deseada tranquilidad en la
esfera celestial, conducido allí por la voluntad de Dios; imagen que expresa en
el poema La Tumba:
Puerta
es, puerta enlutada
Por la faz que
da a la tierra
Puerta azul de
luz bañada
Por la faz que
al cielo da;
Puerta mágica
que encierra
El infinito
contento
Del remoto
firmamento
Donde el sumo
Dios está. (Hernández, 1878:163)
La influencia del
poeta alemán Novalis se intuye una vez más en los versos que conforman Flores y Lágrimas de Domingo Ramón; en
ambos autores, la imagen religiosa en forma de la muerte es el vehículo para el
retorno al Paraíso Perdido. En tal sentido, Novalis escribe así en el Himno V,
de Himnos a la Noche:”En la muerte la vida eterna se hace presente; Tú eres
la muerte (Cristo) y sólo tú nos sanas” (Novalis,
1985:33)
Y es pues en ese
ámbito religioso donde se desarrolla la idea de felicidad en la vida eterna o
Paraíso Perdido al que Novalis llega en Himnos
a la Noche, lugar eterno en el que Domingo Ramón circunscribe también el
final de sus poemas; Edén o morada habitada
por las almas de sus amistades y familiares ya idos. En la obscura noche lugar
de revelaciones y de sueños ante la llegada de la muerte con la protección
divina de María, se transfigura la obscuridad en mística luz del día, tal como
lo expresa Hernández en el poema A María,
Plegaria:
Más pura que
la estrella que aparece
Rica de luz,
al despuntar el día,
Tu plácida
mirada resplandece
En mi noche de
angustias, Madre mía. (Hernández, 1878:233)
La emoción a partir del color
En sus poemas, por
medio del empleo de frases que describen imágenes coloreadas de la naturaleza, Hernández
se dirige a crear repercusiones análogas en el lector o escucha, las cuales
pueden tener un significado denotativo o ser metáforas que trasladan su sentido
directo en otro figurado; así la percepción del color es fundamental en la
acentuación de la emoción que producen sus versos. Entre algunos ejemplos con
el color azul, presentes en su libro Flores
y Lágrimas se citan las siguientes frases: aires azules, puerta azul, azul
como los cielos, azul esfera, bóveda azul, diáfano azul, región azulada,
atmósfera azulada, reflejo azul, azulado brillo, azul horizonte, manto azul; que
describen imágenes del firmamento, o representaciones místico religiosas, como
lo es el azul del cielo con el manto de la Virgen. A su vez, con el empleo del color verde nuestro
poeta representa imágenes de la vegetación y también las características
físicas de las personas tales como “los ojos verdes”; entre ellas se encuentran
frases como: las verdes campiñas, ojos
verdes, verde enredadera, verde limonero, verdes laureles, verdes cañaverales,
verde como esmeralda. En el poema Las
Flores y las Estrellas, los colores azul y verde están presentes:
Así, si lucen
las flores
Como las
estrellas lucen
En esas verdes
campiñas
Y en esos
aires azules (Hernández, 1878:63)
En cuanto al
color amarillo lo emplea para calificar, por ejemplo, la belleza de una flor sepulcral
o de alguien al borde de la muerte, así
como lo sublime del rayo en la naturaleza; con frases tales como: flor amarilla,
amarillo tu rostro, amarillo rayo, flamencas amarillas. A su vez, el color rojo
es empleado por él para representar imágenes sensuales del cuerpo humano y también
describir los efectos de la aurora y el crepúsculo: rojos labios, bocas como rubíes,
labios rojos como granates, rojos labios de corales, rojas mejillas, destellos
rojos, rojas nubes. Y con los colores negro y dorado, Domingo Ramón además de
crear representaciones de objetos, crea escenografías virtuales que intensifican
las emociones; con el color negro describe el reino de lo tenebroso, ámbito de
los sepulcros y de la muerte, con frases como: negro crespón, mármol negro,
nube denegrida, manto negro, noche luctuosa, bóveda negra, ojos negros, pelo
azabache, potro negro, luctuoso velo, existencia obscura, negro raudal. Sobre el color negro, en el poema A la Señora… en la muerte de su hijo Carlos,
escribe:
Un ángel he visto los aires
cruzar…
De pronto en el cenit parando su
vuelo,
La bóveda negra su centro rasgó,
Y, en vivos fulgores bañándose
el cielo,
De aquel paraninfo la luz
alumbró. (Hernández, 1878:203)
Y finalmente, con
el color dorado expresa la emoción que produce el dolor por la muerte de un ser
querido, y en el polo contrario también con el dorado designa magníficas cualidades
provenientes del encanto triunfal de la vida: dorada margarita, horizonte de
oro, oro de las estrellas, líneas de oro, citara de oro, plumas de oro, penacho
de oro, alfombra de oro, rimas de oro, oro en su traje. En el poema A mi amigo M.M. Bermúdez escribe:
Más ¿quién robó tu delicia?
¿Quién a los bellos celajes
De tu horizonte de oro
Gasas echó sepulcrales?
(Hernández, 1878:194)
La obra de Domingo
Ramón Hernández marca un hito en las búsquedas de los poetas románticos del
siglo XIX en Venezuela. La categoría estética de lo sublime a partir de
imágenes de la naturaleza, de la muerte, de la redención, de la libertad, de la
religión y del Paraíso Perdido como representaciones del alma romántica está expresada
en su obra. La influencia del Romanticismo alemán de Novalis puede observarse
tanto en la creación de imágenes de la noche y de la muerte entre otras, así
como la introducción del espíritu religioso que reivindica al catolicismo como
fuente de inspiración poética. La pasión y muerte de Cristo y la presencia de
la Virgen María presentes en sus poemas El
Santo Rostro y A María, Plegaria
respectivamente, son muestra de la influencia de Novalis en su obra.
El nacionalismo
que reivindica a la figura del Libertador Simón Bolívar, a nuestros habitantes
y razas indígenas le otorga carácter local a su producción poética; así como su
pasión por las descripciones físicas de ciudades y campos donde la Naturaleza
es la protagonista.
La obra de
Domingo Ramón Hernández, uno de los poetas de mayor popularidad en el siglo XIX
en Venezuela, adquiere dimensiones locales y universales al unificar en sus
poemas las categorías estéticas provenientes del romanticismo europeo con el
romanticismo venezolano.
ALAS DE MARIPOSA
Domingo Ramón
Hernández
Ráfaga de luz y
grana
Mostraba ya en el Oriente
El crepúsculo
esplendente
Precursor de la
mañana.
En los cálices
silvestres
De recién nacidas
flores
Lucían sus mil
colores
Las mariposas
campestres.
Un niño las
perseguía,
Y arrancándoles
las alas,
Todas sus
brillantes galas
En una mano
escondía.
Mostró el sol sus
rayos de oro,
Y el niño alegre
y ufano
Abrió la cerrada
mano
Para mirar su
tesoro.
¡Que es esto! exclama al momento
El incauto simplecillo,
Viendo un ligero polvillo
Que se disipa en el viento
¿De qué te
asombras, mi amor,
Clama su madre
querida,
Si es polvo la
humana vida,
Polvo la planta y
la flor?
Ese despojo que
vuela
Y que a tus ojos se esconde,
Mejor que yo te
responde
Y el triste fin te
revela.
Calló la madre
amorosa,
Y él en edad tan
temprana
Vio escrita la
ley tirana
Con alas de
mariposa
Referencias Bibliográficas
-Berlin, I. (1998) Cuatro Ensayos sobre la Libertad.
Madrid: Alianza Editorial
-Gras Balaguer, M. (1983) El Romanticismo como espíritu de la modernidad. Barcelona:
Montesinos Editor
-Hernández, D.R. (1856) Poncio Pilatos en Viena, drama. Caracas: Imprenta de Ramón Alcalde
Piña.
-Hernández, D.R. (1889) Flores y Lágrimas. Paris: Librería Garnier Hermanos.
- Hernández, D.R. (1895) Canto Místico a María Santísima. Caracas: Imprenta de Ramón Alcalde
Piña
-Honour, H. (1981) El
Romanticismo. Madrid: Alianza Editorial
-Novalis (1985) Himnos
a la Noche. Barcelona: Icaria Editorial.
-Bürger, P. (1987) Teoría
de la Vanguardia. Barcelona: Ediciones Península
-Revista El Cojo
Ilustrado. Años 1892 y 1895. Caracas
Enlaces de Internet
!A los amantes de la poesía! Artículo de mi autoría que reivindica la obra poética de Domingo Ramón Hernández. Representante del Romanticismo venezolano, siglo XIX.
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